No se puede ser genuinamente no violento y
permanecer pasivo ante las injusticias sociales.


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El camino de la indignación en España, en medio está el camino la Asamblea Democrática Constituyente



 
 
El camino de la indignación en España, en medio está el camino la Asamblea Democrática Constituyente

 

Como es de dominio popular, en las concentraciones y acampadas que se dan en estos días por toda España, los manifestantes exigen que el estado español se convierta en una “democracia real”.

Era solo cuestión de tiempo que la combinación entre crisis económica y familiar, especulación financiera, “salvataje bancario”, desempleo y corrupción política de los partidos gobernantes y dominantes, generaría una situación de movilización popular que hoy en día se encuentra en una de sus primeras etapas. Esto viene sumado a que el ambiente venía siendo calentado por personas de visión adelantada que venían denunciando estas situaciones de abuso del sistema incluso en la “época de bonanza” y que denunciaban y sabían que España no iba tan bien como nos vendieron.

Entender lo que está pasando como parte de un proceso que puede medir su éxito o su fracaso en función del número de acampados o en función de los resultados de las últimas elecciones o incluso en cuanto puedan resistir en las plazas, medirlo así sería un error. Estas acampadas pueden ser el pistoletazo de salida en medio del contexto de crisis de un proceso tremendamente dúctil y maleable, un proceso elástico en calidad y en cantidad de gente y de ideas. Es importante ser consciente que este es un largo camino de más de 10 años donde no solo se tiene que dar el fortalecimiento popular, sino que también el malestar social causado tiene que ir en aumento por las condiciones de mal manejo que están dando los viejos políticos.

Es importante ser consciente que el proceso tiene que desembocar en un fin determinado, este fin tiene que ser en positivo para el bienestar general de la población. Pero el camino de pedir una democracia real es un camino cargado de utopía positiva que puede ser entendida de mucha maneras por personas diferentes, ya que para una persona la realización de la felicidad y la democracia puede ser que su equipo gane la liga de futbol o poder disfrutar de una cerveza en la vía pública, para otros democracia es que las tropas en Irak ahorquen a un dictador o prohibir el preservativo, para otras personas es un uso razonable de los recursos humanos y materiales aunque sea en detrimento personal y por el bien de la comunidad.

En un proceso como este es importante ponerse metas y objetivos a corto, mediano y largo plazo. En argot futbolístico podríamos decir que “no podemos pretender ganar el mundial si no pasamos de la etapa clasificatoria de Europa”. Ahora mismo en diferentes lugares de España las acampadas debaten que es lo que se quiere lograr y forman comisiones necesarias para el funcionamiento propio, pero corren el riesgo de desvirtuar la fuerza que han logrado todos juntos por la preocupación de válidos e importantísimos temas puntuales como pueden ser las estafas en la vivienda, el desempleo, los derechos de la naturaleza y los animales que se irrespetan segundo a segundo en este país o las torturas que sufren los inmigrantes en los CIEs.

El planteamiento que parece más idóneo y el que ya ha resultado para cumplir las metas y objetivos de todos en otros lugares sería revelarse directamente contra el corazón simbólico del propio sistema y lo que le da su falsa legitimidad, que es la Constitución Española y cómo fue hecha. Es decir las acampadas y todas las acciones reivindicativas tienen que tener como finalidad la realización de una Asamblea Democrática Constituyente que deje fuera a los partidos tradicionales y que sea la suma de la expresión popular. Una asamblea democrática constituyente que reforme la constitución y que habrá un proceso participativo con el pueblo para llevar a través de puentes democráticos las ideas de todas las personas al corazón mismo del sistema y una vez allí tratar de resolver definitivamente y de forma directa los temas que nos preocupan y atañen a todos. Una asamblea constituyente democrática y popular ha de ser una asamblea de debate de ideas, de encuentro y acuerdo de los propios y de los contrarios. Ésta, no puede estar sujeta a los tiempos de los políticos y tiene que ser un lugar donde los temas centrales del país se acuerden sin presiones de tiempo ni de los poderes de presión económica y más aun de los partidos tradicionales cuya misión será boicotear un proceso como este y volver al estatus quo. Esta asamblea también es un objetivo (o una meta) para que las luchas no se desvirtúen y se disuelvan por lo sectorial de sus planteamientos, lo que podría desembocar en la desmovilización y la desilusión de las personas.

La asamblea democrática constituyente tiene que ser eminentemente popular y no será la salida mágica a todos los problemas de los pueblos ni será el final en sí misma, pero si es un punto necesario a cumplir para avanzar en el camino hacia una democracia consensuada entre todos. Es importante entender esta asamblea como parte fundamental de un camino que solo se construye entre todos, con debate, con información, con empatía, tomando conciencia de nuestro ambiente (social y natural) y siempre pensando en los más desfavorecidos y en el cumplimiento a rajatabla de la carta universal de los Derechos Humanos y la igualdad de derechos y oportunidades.

 

Dimitri Cevallos

 

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